5 de febrero de 2014

Ella dice...

Encontrarle fue tremendo. Como un huracán en los mares del sur, un terremoto, una ventolera terrible. Lo puso todo patas arriba y pedía más de lo que yo podía darle. Al menos en aquel momento.
Quien sabe... en otro tiempo y en otro lugar tal vez nos hubiésemos entendido mejor... pero fue así. No hay más.
Llegué a su mesa por casualidad, e hice una pregunta estúpida. También pedí fuego.
Después no sé muy bien qué pasó. Ya estaba el lío montado.
Nos besamos. Durante más de media hora nos enredamos, nos mordimos, arañamos la piel, estrujamos la ropa, nos regalamos palabras, nos abrazamos fuerte. Y en cada beso nos dejamos ir un poco más. Nos juramos amor eterno, fidelidad, sumisión, escupimos palabras y recogimos promesas, dejamos nacer planes, proyectos, viajes, vidas. Pasaron diez, quince, cien años de golpe, estallaron copas, saltaron alarmas, se hizo de día y de noche muchas veces, nos llovió encima, pasó la gente, rompimos a llorar, sonó la música, salimos volando y nos hicimos pequeños de golpe.
Después no recuerdo más que un silencio insoportable, una caída en picado y un golpe seco.
El resto ya lo conoces.
Por esa razón llevo viniendo a verte una vez al mes desde hace más de veinte años.
Nunca pensé que poco a poco podría ir encontrando las palabras.
¿Recuerdas? Al principio nunca hablaba.

(La otra parte)

4 comentarios:

  1. Me encanta la forma en la que has contado su historia y ese nexo común entre los dos de preguntas sin respuesta

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  2. Caray... y eso que sólo se besaron...

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  3. Piquina... Menuda revolución.
    Un beso!

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